Hace 128 años se gradúo la primer mujer doctora en México

Actualmente es muy normal entrar al consultorio y ver a una ginecóloga, una cardióloga en Mexico, pero antes no era así , por ello les contaré la historia de la primera mujer graduada de la escuela de medicina en México , la cuál tuvo una vida difícil  y poco reconocida, solo por ser mujer.

Su nombre era Matilde Petra Montoya Lafragua, nació el 14 de marzo de 1857 en la ciudad de México. Desde que era muy pequeña , mostró un gran interés por la ciencia. Su padre, José María Montoya , un hombre muy conservador, se oponía a aquella pasión por el estudio que poseía su hija, negándole siempre el acceso a una educación superior a leer y escribir.

En 1870 murió su padre y Matilde se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina. Pero debido a dificultades económicas, abandonó esa carrera y se inscribió en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, ubicada en las calles de Revillagigedo, un lugar en el que se daba atención médica a madres solteras.

A los 16 años, Montoya recibió el título de Partera y comenzó a trabajar como auxiliar de cirugía con los doctores Luis Muñoz y Manuel Soriano, con el propósito de ampliar sus conocimientos de anatomía, ya que sólo le habían enseñado lo relativo al aparato reproductor femenino. 200px-Matilde

En 1875, cuando cumplió 18 años, Matilde se dirigió a Puebla, en busca de trabajo, pero el rechazo de los médicos varones fue inmediato. En varios periódicos locales se avocaron a difamarla, acusándola de ser “masona y protestante”, y pidieron a los poblanos no solicitar los servicios de “esa mujer”.

No obstante la presión social, Montoya pidió su inscripción en la Escuela de Medicina de Puebla; presentó constancias de su labor profesional y de la acreditación de las materias de química, física, zoología y botánica, por lo que aprobó el examen de admisión.

Fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el gobernador de Puebla, abogados del Poder Judicial estatal, maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Pero los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica”.

Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica

Abrumada por la crítica, y con 24 años de edad, la joven regresó con su madre a la Ciudad de México, donde por segunda ocasión solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina; fue aceptada por el entonces director, el doctor Francisco Ortega en 1882.

Su ahínco por ser médico, despertó el apoyo de feministas, la prensa y varios de sus compañeros —a quienes se les apodó “Los Montoyos”—, aunque no faltó quien argumentara que “debía ser perversa la mujer que quiere estudiar medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos”.

Matilde solicitó a las autoridades que si no le eran revalidadas las materias de latín, raíces griegas, matemáticas, francés y geografía, le permitieran cursarlas por las tardes en la Escuela de San Ildefonso. Su solicitud fue rechazada, ya que en el reglamento interno de la escuela el texto señalaba “alumnos”, no “alumnas”.

Desmoralizada, y ante una inteligente opción, la joven escribió una carta al entonces Presidente de la República, general Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al secretario de Ilustración Pública y Justicia, Joaquín Baranda, para que “sugiriera” al director de San Ildefonso dar facilidades para que Montoya cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder.

Le envió de nuevo un escrito al presidente Díaz, quien solicitó a la Cámara de Diputados se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina, para que pudieran graduarse mujeres médicos. Pero los legisladores no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de la joven, el mandatario emitió un decreto para que se realizara de inmediato.

descarga (5)El 24 de agosto 1887, a las 5 de la tarde, Matilde presentó exitosamente su examen profesional, ante la presencia del general Díaz, de su esposa, Carmelita; damas de la sociedad, maestras de primaria, periodistas y amistades.

El Secretario de Gobernación hace un discurso declarándola Profesora en Cirugía y Obstetricia. María Argumedo lee un poema que lleva creado para ella. Un aplauso se va escuchando desde ese sitio hasta la calle al paso de Matilde Montoya con el jurado, los funcionarios enviados, su madre, amigos, personal del hospital, enfermos y periodistas.

Al recibirse, un aplauso la acompañó desde el aula hasta la calle

 

Ese sonido humano de palmas en contento, debió ser bálsamo que curara sus heridas de la batalla por sostener su deseo y goce por el saber y el servicio. El tiempo en ella debió cambiar de dimensión porque pasó a ser fundante al graduarse en una profesión que, por su sexo como limitante, le estaba prohibida.

Después de obtener su título, Matilde trabajó en su consulta privada hasta una edad avanzada. Mantuvo dos consultorios: uno en Mixcoac, donde vivía, y otro en Santa María la Ribera, donde atendía a todo tipo de pacientes, cobrándole a cada uno según sus posibilidades económicas.

Participó en asociaciones femeninas, como el Ateneo Mexicano de Mujeres y Las Hijas de Anáhuac, pero no fue invitada a ninguna academia médica exclusiva de los hombres.

En 1925, junto con la doctora Aurora Uribe, fundó la Asociación de Médicas Mexicanas.

A los 50 años de haberse graduado, en agosto de 1937, la Asociación de Médicas Mexicanas, la Asociación de Universitarias Mexicanas y el Ateneo de Mujeres le ofrecieron un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Matilde murió cinco meses después, el 26 de enero de 1938, a los 79 años. Su legado, aunque poco conocido, sentó las bases para que las mujeres de México tuvieran acceso a la educación profesional y el desarrollo a una vida profesional.

Hoy en día, la historia ha cambiado. En 1980 se contaba con 34.1% de alumnas y casi 66% de alumnos en la Facultad de Medicina de la UNAM, para la carrera de médico cirujano. En 2003 el predominio es femenino, se registró un 64% de mujeres matriculadas en contraste con los hombres que representan el 36%. La situación en otras instituciones públicas y privadas de medicina del país se encontró que en 1980 había 32.5% para las públicas y 35.5% en las privadas, estos porcentajes de estudiantes mujeres se fue incrementando hasta el 52% y 49.6% respectivamente para el 2003